martes, 17 de agosto de 2010

Arduo Destino.

Convertirme por un instante en poeta, narrar una historia que me trae de cabeza. Noche y día pasábamos juntos, amigos por siempre decíamos, o cuan arduo destino me espera. Como no, es culpa mía, al igual que el calentamiento global, al igual que la injusta justicia. Me siento como un dios enjaulado, al que torturan con sus pensamientos, y palabras grotescas. Quisiera solo por un momento efímero ejercer mi labor como dios y hacerte entrar en razón, pero una cosa es poder y otra querer.

No hablo más que con un niño grande, que siente supremacía, un mini Hitler sin bigote, un niño que no respeta, hiere queriendo y sin querer…